Con los acontecimiento de éste día
aciago y que traerá una Era de esclavitud institucional aceptada desde la
legislación que se pretende imponer sobre el Artículo 123 del Título Sexto de
la Constitución de los Estados Unidos
Mexicanos,
(Artículo 123. Toda persona tiene
derecho al trabajo digno y socialmente útil; al efecto, se promoverán
la creación de empleos y la
organización social de trabajo, conforme a la ley.
El Congreso de la Unión, sin
contravenir a las bases siguientes deberá expedir leyes sobre el trabajo,
las cuales regirán...)
Tratando de entender la fenomenología de
los acontecimientos que nos ocupan, me encontré con éste libro de Zizek que
pareciera haberse escrito "mañana"
y que dibuja lo que hoy acontece en México y su entorno.
LES COMPARTO:
El anti-capitalismo no
escasea hoy en día. De hecho somos
testigos de una inundación de críticos de los horrores del capitalismo: abundan
los libros, las exhaustivas investigaciones periodísticas y los reportes televisivos
sobre compañías que están contaminando sin ningún remordimiento nuestro medio
ambiente, sobre banqueros corruptos que siguen recibiendo obscenos bonos
mientras sus bancos son ser rescatados con dineros públicos, sobre maquilas en
las que niños trabajan horas extras, etc., etc. Hay, sin embargo, una trampa en
toda esta inundación crítica: aunque parezca despiadada, lo que en ella nunca
es cuestionado es el marco democrático-liberal de su lucha contra los excesos
del capitalismo. La meta (explícita o implícita) es democratizar el capitalismo,
extender el control democrático a la economía a través de la presión de los
medios de comunicación, de investigaciones parlamentarias, de leyes más duras,
de investigaciones policiales honestas, etc., pero nunca se cuestiona el marco
institucional democrático del estado de derecho (burgués). Este sigue siendo la
vaca sagrada que ni siquiera las formas más radicales de esta “ética
anti-capitalista” (el Foro de Porto Alegre, el movimiento de Seattle) se
atreven a tocar
1
.
Es aquí que la idea clave de Marx
sigue siendo válida, hoy tal vez más que nunca: para Marx, la cuestión de la
libertad no debería ser localizada principalmente en la esfera política
propiamente dicha (¿tiene un país elecciones libres?, ¿son los jueces
independientes?, ¿está la prensa libre de presiones ocultas?, ¿son los derechos
humanos respetados? y una lista similar de preguntas que diferentes
instituciones occidentales
“independientes” –y no tan independientes– aplican cuando quieren
pronunciar un juicio sobre un país). La clave de una libertad real reside más
bien en la red “apolítica” de relaciones sociales, del mercado a la familia, y
en la que el cambio requerido si queremos una mejora real no es una reforma
política, sino un cambio en las relaciones sociales “apolíticas” de producción.
LO QUE QUIERE DECIR: lucha de clases revolucionaria, no elecciones democráticas
u otra medida política en el sentido estrecho del término. No votamos para
definir a quién le pertenece qué, no votamos sobre las relaciones en una
fábrica, etc.:
Esto es procesado fuera de la
esfera de lo político y es ilusorio esperar que uno pueda cambiar efectivamente
las cosas “extendiendo” la democracia a esa esfera, digamos, organizando bancos
“democráticos” bajo el control del pueblo. Cambios radicales en este campo sólo
pueden ser inscritos fuera de la esfera de los “derechos” legales, etc.: en
semejantes procedimientos “democráticos” (que, claro, pueden jugar un rol
positivo), y no importa cuán radical sea nuestro anticapitalismo, la solución
es buscada aplicando mecanismos democráticos que, no se debería olvidar, son
parte de los aparatos estatales de ese Estado “burgués” que garantiza un
funcionamiento sin trabas de la reproducción capitalista. En este preciso
sentido, Badiou tenía razón en su afirmación de que, hoy por hoy, el enemigo
fundamental no es el capitalismo ni el imperio ni la explotación ni nada
similar, sino la democracia: es la “ilusión democrática”, la aceptación de los
mecanismos democráticos como marco final y definitivo de todo cambio, lo que
evita el cambio radical de las relaciones capitalistas.
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