domingo, 17 de junio de 2012

El...El era mí Padre...

Éste es un fragmento de un Relato de mí vida (Yo Octaviano García Cedillo) que aún no termina; Ni, mí vida, ní El Relato, y quizás Yo mismo no lo termine por que el Epílogo de un relato de una vida, lo escribe otro ...En fin.
Sólo quiero compartir con ustedes lo que viví con un hombre fuera de serie que nunca se pareció a los miembros de familia de origen y que brilla en mí firmamento con una luz poderosa que es fuente de energía para mí ser completo...la escena que describo de los autógrafos ocurrió en la Villa Olímpica en el D.F., en los Juegos Olímpicos de 1968 cuando tenía aproximadamente 10 años...

Aquí el fragmento en cuestión:

Un domingo de esos, por la tarde, después de los ejercicios espirituales,  fuimos a la Villa Olímpica, pedíamos autógrafos como loquitos, la euforia, la inocencia reflejada en nuestras caras, el asombro de los atletas güeros, de los de color negro, de los amarillos, nos veían como no creyendo nuestra autenticidad al pedir un garabato en una hoja de papel o un papel de estraza, todo era bueno, para que escribiesen su nombre con el consabido From, To, nos alejábamos saltando, bueno, mis hermanos saltando, yo, sólo saltaba los ojos, agarrado, como garra, del brazo de El, brazos de hierro, fuertes, firmes que me sostuvieron, que me sostienen, que son el símbolo de la fuerza y del carácter de esta familia, que nunca se definió como familia con un miembro con discapacidad, Andábamos en todo y por todos lados, lo mismo que comíamos a la orilla de la carretera de Chalco-Tlalmanalco, que subíamos colinas junto al perro, mi hermano y Yo en la laguna de Salazar en la zona de la Marquesa, nos enviaban a juntar leña, El nos enseñaba los tamaños requeridos para la fogata, fogata que servía para calentar la comida preparada en casa, para calentar tortillas y una que otra vez, cuando el dinero alcanzaba, para asar carne y longaniza. Pensaba Yo, por qué en una colina, por qué teníamos que subir con todo y comal, cazuelas, tapetes, banquitos, Por qué, nunca encontré repuesta hasta hoy que repregunto, Para qué. Y me contesto. Para fortalecer mis piernas, mi espíritu, para que aprendiera que es todo placer llegar a la cima, que en la cima es donde está el placer del triunfo, que sabe muy rico un taco de lo que sea después del esfuerzo. Recuerdo que no había brechas en la colina que El escogía, Por delante iba El, como un explorador, subía primero, al subir marcaba con la punta del zapato sobre la tierra cada paso que daba, hacía a un lado la alfombra marrón que se forma con las varitas que caen de los pinos y que cuando se pisan en falso, se resbala el zapato, buscaba una mesetita, observaba los trescientos sesenta grados a su derredor, aspiraba satisfecho y emprendía el descenso. Nosotros abajo, al pie del Chevrolet, bajábamos entre juegos y guasas las cosas. El campeón jugueteaba junto de nosotros. Cuando  El descendía de la colina, encajando los talones en la tierra en el mismo lugar que había encajado la punta, al llegar a nosotros cargaba con lo más pesado y emprendíamos el ascenso. El por delante, con su machete, abriendo paso por donde la maleza se cerraba. A subir, sudando, pujando, deteniéndome a ratos, imaginando el remanso de paz al llegar, Y ahí iba, subiendo, por la brecha que El abría, Me enseño a subir, a no depender, esos paseos sin que nadie se diera cuenta, era la cátedra que posibilitaba la experiencia de vida que había de llegar al tuétano, Subir, aprender a subir, bajar, aprender a bajar, caer, aprender a caer, levantarse, aprender a levantarse, actitud, actitud de triunfador, carácter, carácter fuerte, cuando el infortunio llegó a mi cuerpo, parecía que era todo, que quedaría en el clóset, pero en esas colinas ensayé los triunfos de las otras colinas que subiría a lo largo de mi vida, por eso ya no extrañé nunca lo cuesta arriba, sé subir y todo lo demás. Lo ven, no es maravilloso lo que me tocó vivir junto de El. Su cuerpo no está ya más conmigo, pero está su Espíritu manifestado en lecciones de vida, en el recuerdo de las lecciones, su sonrisa eterna, su bonachonería, su gran humanismo. 

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