sábado, 23 de junio de 2012

Rafael Murillo Paniagua...Vida, Obra y Pastorado ...Escrito por El, O como El lo dice: LA GRAN BENDICIÓN DEL PASTORADO.

Comparto con vosotros éste artículo que inspira a muchas obras que sí se pueden hacer, con la ayuda de Dios se llega a la plenitud del servicio, de la felicidad y el Amor como fin último de nuestra vida. Destaco en Itálicas un párrafo que me parece es el meollo del artículo: Quien es llamado, y obedece al llamamiento, tiene como recompensa, la dicha de una vida fructífera y victoriosa en Cristo y con los que le rodean...Octaviano García Cedillo. FELIZ DÍA DEL PASTOR.






La gran bendición del Pastorado.

Agradezco la deferencia de invitarme a escribir estas líneas respecto a lo que el pastorado ha sido para mí. Me lleno de regocijo al tratar de resumir lo que ha sido para mí servir como pastor, de tiempo completo y de por vida, por más de medio siglo (el 8 de marzo pasado, celebré 54 años de vida pastoral). 
Es difícil describir brevemente el cúmulo de experiencias múltiples y variadas que he tenido en todos estos años, en tantas congregaciones (21 iglesias); en tantas funciones, además de pastor, como Superintendente de Distrito, del Dto. Norte, hoy Conferencia Anual Septentrional y Dto. Valle de Anáhuac (8 años); Director del Seminario Metodista (7 años); secretario titular de las Conferencias Generales a partir de 1974 - 2010; miembro del Gabinete General por 10 años en dos períodos y medio; miembro oficial del Concilio Mundial Metodista en dos quinquenios: Hawai, EU y Nairobi- Kenia, y fraternal en Brighton-Inglaterra; delegado oficial del Concilio Mundial de Iglesias, Vancouver-Canadá (1982). Miembro en diversas ocasiones de los Consejos de la Comunidad de Emmaús-Crisálida y apoyo en múltiples Caminatas y fines de semana de Crisálida, desde 1990.
Es mi profunda convicción que el pastor no se forma o se hace, sino que es llamado por Dios; entrar en un seminario y graduarse no es para que se haga o llegue a ser pastor, sino para equiparse con conocimientos, práctica y criterios que le darán mayor efectividad en el ejercicio de los dones, talentos y ministerios con los que Dios lo ha llamado a su servicio; tener un grado académico en Teología ayuda, pero no hace al pastor, como quien logra comprar un piano, no por ello, es un pianista.
Lo anterior cobra una dimensión mayúscula en el devenir del tiempo: ¿se llega a Balderas, Gante, Churubusco, Satélite, Anáhuac, etc.?, ¿se alcanza una superintendencia y el episcopado?, ¿son esos privilegios de servicio o metas en el currículo y un fin en el trabajo a realizar? Qué satisfacción sentirse y saber que el Señor de la Iglesia es también el Señor de nuestra vida personal y de nuestro ministerio, que no se llega, ni mucho menos nos "toca", no es objetivo, ni se "rifan" las responsabilidades.
Considero que todo creyente debe hacerle la pregunta al Señor, que le hiciera Saulo de Tarso: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" (Hch. 9:6). Y si es el pastorado, tomarle la palabra y aventurarse a dejarse llevar por el viento del Espíritu.
Uno de los grandes valores que tenemos en la Iglesia Metodista es la itinerancia, aún con lo desgastada y mal interpretada que está. Quien la vive con la mística medular de reconocer y confiar que a Quien servimos es al Señor de la Iglesia, y que ciertamente cuando nombramos a nuestros dirigentes clamamos a Dios que sea su voluntad, podemos sentirnos seguros de que sobre los desatinos y limitaciones en las decisiones de nombramientos, se cumple la promesa: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Ro. 8:28). 
Qué sufrible es cada mudanza, (como familia nos hemos mudado en 27 ocasiones), cómo acumula uno cosas que hay que desechar en cada cambio, aunque duela, hay que deshacerse de lo que ya tuvo su momento y su utilidad, pero hay que buscar, ser creativo en cada nueva etapa, pasar la página e iniciar un nuevo capítulo en la gracia y esperanza que solo Dios puede dar sobre el dolor de decir adiós y descubrir nuevos horizontes.
En todas partes se presentan elementos opuestos, la dicotomía del bien y el mal, lo blanco y lo negro como el tablero de ajedrez, qué bueno es Dios que siempre nos regala ángeles que nos alientan y acompañan en los rumbos del camino desconocido, y también quienes nos ayudan a reflexionar, analizar y corregir los pasos, con sus actitudes y conductas no pocas veces rudas e hirientes, pero que nos ayudan a madurar y crecer al poner nuestra confianza más firmemente en el Señor que nos ha llamado y nos acompaña sobre todo cuando la cuesta se torna pesada y nuestras fuerzas tienden a acabarse.
Qué bueno es contar con la nobleza de la Iglesia, su respeto e inquebrantable cariño a la investidura pastoral, sobre todo, cuando nos equivocamos y nos gana nuestra humanidad, con elementos de carácter que lastiman a quienes nos buscan, o Dios pone a nuestro entorno para ser bendición y lamentablemente les fallamos. 
He aprendido que importa lo que hacemos, pero es más importante cómo lo hacemos y es esencial el amor. Por algún tiempo me afané porque todo tenía que ser hecho con orden, servimos al Rey de reyes y hay que darle lo mejor, hay que lograr la excelencia, Él merece lo mejor y hay que dárselo, pero, decía un grupo musical hace algunas décadas: "las cosas son importantes, pero la gente lo es más". Así hagamos lo más sublime, si no prevalece el amor, de nada sirve, (1a. Corintios 13).
Vivo agradecido por la paciencia que Dios me tiene, y su confianza al invertir y poner al alcance de mi mano tantos privilegios, en lo particular las oportunidades de preparación académica: bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria, UNAM; licenciado en Teología, Seminario Bautista de México; licenciado en Psicología, UNAM; maestría en Teología y doctor en Ministerio, Perkins School of Theology, Southern Methodist University, y diversos diplomados y estudios de postgrado. De todo esto me siento deudor y con una fuerte carga de responsabilidad de corresponder sirviendo, y hacerlo conforme a la orientación, práctica y experiencia que cada grado me impone y exige. 
Algo maravilloso que disfruto es el plus de acumular amigos y excongregantes, es extraordinariamente estimulante y gratificante, encontrar a quienes han sido bendecidos en alguna plática de asesoría pastoral, en algún estudio o predicación, en alguna ceremonia nupcial, bautismal o de quince años, o auxiliados y consolados en algún funeral, víctimas de asalto, secuestro o en propensión al suicidio.
Saberse y sentirse en el lugar y haciendo lo que es la voluntad de Dios, considero es la mayor satisfacción existencial, vivir la dependencia de Dios de manera cotidiana, encontrarse con la persona en el momento y lugar que solo el Gran Arquitecto del Universo puede orquestar y diseñar para ser usado en auxilio de quien más lo necesita. Muchísimas veces he planeado salir a hacer alguna visita o a hacer alguna compra y Dios me ha detenido en la oficina o casa pastoral, entonces llega o llama por teléfono quien urgentemente necesita apoyo pastoral, o a la inversa, he tenido la presión de trabajar en la oficina, y una fuerza interior me obliga a ir y visitar, o llamar por teléfono a alguien que en ese momento está urgido de ser escuchado y acompañado en el amor de Dios. 
Mi agradecimiento a Dios que no me ha soltado de su mano, aún y cuando muchas veces yo la aflojo; a mi familia: mi esposa, mis hijos, los hijos de mis hijos, mis hermanas, mis cuñados, sobrinos, primos y la memoria de mi padre y mi madre que me han inspirado y sostenido cuando la jornada ha sido pesada y absorbente y han no sólo comprendido, sino acompañado, cuando yo les he tenido que postergar mi atención y cuidado. 
En todo y por todo puedo concluir en lo que va de mi peregrinaje que Dios es Bueno y es confiable, ¡alabado sea su Santo Nombre! Amén, Amén y Amén.
Dios les bendiga con su presencia, proteja y prospere en todo.

Pbro. Rafael Gerónimo Murillo Paniagua.

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